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Los chic@s de 2º de E.S.O. aprendemos más de Dios a través de este blog de Religión Evangélica


TEMA 2

2. LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN: DE ADÁN A JESUCRISTO  

1 Adán y Eva: Desobediencia y separación de Dios. Promesa de un Salvador.
2 Noé y el Diluvio: La obediencia de un hombre.
3. Soberbia humana: La Torre de Babel.
4 Abraham: Dios confirma la promesa.
5 El pueblo de Israel en Egipto: La Pascua.
6 Moisés: Confirmación del pacto de Dios con su pueblo.
   Ley Levítica y tipología.
7 La conquista de la tierra prometida. Los jueces: De Josué a Samuel.
8 El pueblo pide un rey. Dios renueva su promesa con David.
9 División del Reino. El mensaje de los profetas. La cautividad.
10 El regreso y la reconstrucción de Jerusalén.
11 El Mesías prometido. El nuevo pacto.


EL AMBIENTE HISTÓRICO Y CULTURAL DEL AT

La formación del pueblo de Israel fue lenta y gradual. Ocurrió en medio de las antiguas civilizaciones que se desarrollaron al oriente del Mediterráneo, desde Egipto hasta la región comprendida entre los ríos Tigres y Éufrates. Su existencia se remonta hasta antes del siglo X a.C., pero originalmente estaba constituido por diversas tribus que no llegaron a unificarse hasta el tiempo en que David estableció el estado monárquico con Jerusalén como capital. Las fuentes históricas relativas a aquella época son muy fragmentarias, lo que nos impide conocer en todos sus detalles los orígenes del pueblo hebreo.

La época de los patriarcas


La historia de Israel, tal como nos la narra la Biblia, fue en sus comienzos una historia familiar. Se inició con la partida de Abrahán de Mesopotamia y su llegada a Canaán. En Canaán nació Isaac, quien, a su vez, fue padre de Jacob. Más tarde, y a causa de una hambruna que asoló a la tierra, Jacob y sus hijos - los orígenes de las doce tribus - bajaron a Egipto, donde, después de una época de paz y prosperidad, fueron sometidos a la esclavitud.
En su viaje a Canaán, Abrahán, pasó por Siquén, Ay y Betel, donde construyó altares (Gn12,7-8); pero se estableció cerca de Hebrón al sur de Palestina en un lugar llamado Mambré, por el nombre del dueño del bosque de encinas que allí había (Gn13,18;18,1;23,19). En ese lugar, Abrahán vivió como extranjero (Gn 23,4) y adoró a Dios llamándole El Shaddai (que probablemente significa “Dios de la montaña”). Al final de su vida, su única propiedad en la tierra prometida fue un sepulcro familiar (Gn 23,20), en el cual él mismo fue sepultado (Gn 25,9-10).


Abraham, un inmigrante diferente




Abraham era un hombre rico que vivía cómodamente en Ur , rodeado por su familia, pero cuando Dios le dio la orden, no dudó en dejar todo e irse a la región que Dios le mostraría: Canaán. Veamos cómo sucedió.

Lee Génesis 12:1 – 5 y contesta las siguientes preguntas:

¿Qué le ordenó Dios a Abraham? 

¿Por qué podemos decir que Abraham fue obediente?

El camino recorrido por Abraham y los suyos fue largo e imaginamos que agotador, con sus ganados, sus criados, todos sus enseres, pero cuando llegó al lugar preciso, Dios se le apareció y le confirmó que daría esa región a sus descendientes. En gratitud. Abraham construyó un altar para adorar a Dios.

Ahora lee Génesis 12: 6 – 9 y Hebreos 11: 8 – 10 y para situarte pincha para ver Siquem que es una ciudad situada en una colina al norte de Palestina central. Fue el primer lugar donde Dios se le apareció a Abraham (Génesis 12: 6 – 7)

Si ya has leído las porciones de La Biblia responde a las preguntas siguientes:
¿Le confirma Dios a Abraham su promesa?
¿de qué forma?
¿Cómo demuestra Abraham su agradecimiento y su devoción a Dios?
¿Con qué se compara la descendencia de Abraham? 
¿Habrá sido fácil para Abraham obedecer a Dios? Razona tu respuesta.

¿Qué hechos nos muestran que Abraham era un hombre de gran fe?
¿Qué le prometió Dios a Abraham si obedecía su orden?
¿Qué has hecho tú en obediencia a Dios?
¿Cuánto te ha costado obedecer a Dios en esa ocasión?
Ahora es el momento de leer Romanos 4: 18 – 25
Busca la palabra clave de este texto: _________________________
Las promesas que Dios le hizo a Abraham  ¿Nos llegan a nosotros? Cuál es la promesa que Dios nos da a nosotros? 
¿Tú crees como Abraham que para Dios NADA es imposible?


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El patriarca Isaac aparece vinculado al desierto del Négueb (Gn 24,62) y a los alrededores de Berseba (Gn 26,23) en la frontera meridional de Palestina. Los relatos que se refieren a él describen muy bien lo que era la vida seminómada en el segundo milenio a.C.: búsqueda de campos de pastoreo, asentamiento transitorio en las cercanías de alguna ciudad fronteriza y altercados con la población local, especialmente a causa de los pozos de agua en los que se daba de beber al ganado (cf. Gn 26).

El ciclo de Jacob es más complejo. La primera parte está consagrada a relatar los conflictos interpersonales con su hermano Esaú, anticipando así las difíciles relaciones que habrían de existir entre Edom, descendiente de Esaú, e Israel, heredero de Jacob. Luego relata la huida del patriarca a la región del río Éufrates, donde logra amasar una considerable riqueza, y cómo, gracias a su astucia, consigue superar sus conflictos con el arameo Labán. Decide regresar con su familia a la tierra prometida, y en su desplazamiento va ocupando las regiones del este y el oeste del Jordán. Es, precisamente al este del río, en Penuel (Gn 32,2.30),


donde Dios le cambia el nombre a Jacob por el de Israel (Gn 32,28); y es en el lado oeste, cerca de Betel, donde el Señor se le revela, lo bendice y le renueva sus promesas (Gn 35,1-14). La historia de Jacob finaliza con el viaje que hace con su familia a Egipto, donde reside su hijo José y donde es recibido en medio de alegrías y honores. Muere rodeado de todos sus hijos.
Los patriarcas hebreos eran jefes de clanes seminómadas; se desplazaban fuera de las zonas pobladas buscando pastos y agua para sus rebaños. En algunas ocasiones se detuvieron en antiguos santuarios cananeos, donde recibieron revelaciones de Dios (cf. Gn 6-7;28,10-20).
Los relatos de Génesis sobre los patriarcas ofrecen datos históricos de inestimable valor para conocer los orígenes del pueblo hebreo. Bajo las apariencias de una historia familiar se oculta un proceso mucho más complejo: el surgimiento y formación de las tribus y clanes de Israel.


El éxodo de Egipto

No hay documentos que informen acerca de la situación de las tribus del pueblo de Israel en el periodo que va desde la muerte de José hasta Moisés. Pese a ello, puede afirmarse con certeza que durante esos siglos, la situación política y social del cercano Oriente se modificó de manera considerable. Los egipcios tuvieron un tiempo de prosperidad. Los israelitas, como otros extranjeros, fueron sometidos a esclavitud. Es probablemente a aquel cambio de la situación política al que alude el texto bíblico, cuando dice: “Subió por entonces al trono de Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José” (Ex 1,8). Como consecuencia de ello, los israelitas fueron obligados a trabajar duramente en la construcción de las ciudades de Pitón y Ramsés (Ex 1,11).
En estas ciudades tuvo lugar un acontecimiento que habría de quedar grabado para siempre en la memoria de Israel: Dios llamó a un hebreo llamado Moisés, que había recibido una educación esmerada en la corte del faraón. Veamos esa historia con detenimiento: 


Moisés, líder a su manera

 El pueblo de Israel había vivido durante 400 años en Egipto y habían sido esclavos. Pero Moisés, un príncipe egipcio – hebreo de nacimiento - , tenía una misión: liberar al pueblo de Dios de la esclavitud. Claro que Moisés quiso hacer las cosas a su modo y, al tratar de resolver un conflicto, se equivocó.


 Lee Éxodo 2: 11 – 15 y responde las preguntas 

EN  EGIPTO   

Quién maltrató a un israelita? ___________________
Quién cometió un crimen? ____________________
Quién mandó matar a Moisés? ____________________________
Quién huyó a Madián? _______________________________

Cuál fue la decisión tomada equivocadamente? _________________________________________
Cuál  fue la noticia que se supo? __________________________________________________________
Cuál fue la reacción de Moisés? ___________________________________________________________
Cuál fuñe el lugar a donde huyó Moisés? ____________________________________________

Lee Éxodo 2: 16 – 22 y responde las preguntas siguientes

EN MADIÁN

Quién era el padre de siete muchachas que llevaron las ovejas a beber? _____________
Quién fue la esposa de Moisés? ___________________________
 Quién fue el hijo de Moisés que nació en un lugar extranjero? _____________________

Cuál fue el motivo del encuentro entre las muchachas y Moisés?

Cuál fue la actitud de Moisés al ver que las muchachas no podían darles de beber a sus animales? 

Cuál fue la invitación del padre de las muchachas?

Cuál fue la decisión de Moisés al conocer a la familia de Jetró?

Moisés fue una de los grandes líderes del pueblo de dios. Tenía un gran sentido de la justicia y una marcada lealtad hacia su pueblo de origen.

Qué situación injusta vio Moisés?

Qué hizo Moisés al respecto?

Crees que fue una decisión bien tomada?


Moisés quería liberar a su pueblo de la esclavitud pero se equivocó en la manera de hacerlo. El pensó que el uso de la violencia para resolver el conflicto, pero este plan le trajo problemas.
Qué tuvo que hacer Moisés cuando Faraón se enteró de lo que había hecho?

Qué hubiera sucedido si Moisés no hubiera cometido ese crimen?
Ten en cuenta los versículos de Éxodo 2: 24,25


APLICACIÓN PARA MI VIDA

Imagina esta situación: en vacaciones tus padres te piden que ayudes a cuidar de tu abuelo que está enfermo. Tú no quieres hacerlo. ¿Cómo resolverías esta situación?

Piensa en qué harías si un compañero te pide ayuda para un examen muy difícil. Además tienes la oportunidad de robar las preguntas del examen porque la profesora está distraída. Qué harías tú?



Moisés, en su encuentro en el desierto, Yahvé, el Señor, le reveló su nombre, que en el texto bíblico explica con la frase “Soy el que soy” (véanse Ex 3,14-15) y le encomendó la misión de liberar a su pueblo de la opresión.
Bajo este imperativo, Moisés regresó a Egipto, de donde había tenido que huir. Allí se enfrentó a la resistencia del faraón, quien se negaba obstinadamente a dejar salir de Egipto al pueblo. Pero al final logró su objetivo y salió al frente de la multitud israelita camino del desierto. Al abandonar Egipto, llevaron con ellos a una enorme muchedumbre de gente (Ex 12,38), que también quería liberarse de la servidumbre egipcia. A partir de entonces, esta experiencia de liberación quedó inseparablemente unida al nombre de Yahvé, y se convirtió en artículo fundamental de la fe de Israel (Ex 20,2;Sal 81,11; Os 13,4; Ez 20,5).

Según algunas cronologías bíblicas, el éxodo ocurrió en una fecha más o menos cercana al año 1450 a.C.; sin embargo un grupo cada vez más numeroso de investigadores modernos prefieren fijarlo en el siglo XIII a.C. (1250/30 a.C.). En este caso, el faraón del éxodo habría sido Ramsés II, conocido por sus monumentales proyectos de construcción.
En su marcha por el desierto hacia la tierra prometida, la experiencia fundamental del pueblo fue el pacto o alianza de Sinaí (Ex 19). Así se estableció una relación singular entre el Señor e Israel, y sus estipulaciones fundamentales quedaron consignadas en la ley promulgada por Moisés, particularmente en el Decálogo, conocido también como los Diez Mandamientos (Ex 20,1-17).

La conquista de Canaán y el periodo de los jueces

Tras la muerte de Moisés (Dt 34), la dirección del pueblo pasó a manos de Josué. Le correspondió a él llevarlo a cruzar el río Jordán y penetrar en la tierra de Canaán. Comenzaba, con este hecho, un nuevo periodo histórico, cuya importancia habría de ser decisiva para la constitución definitiva de la nación israelita (cf. Jos 1-3).
El asentamiento en Canaán fue un proceso lento y de difícil ejecución (cf. Jue 1). En algunas ocasiones se hizo necesario combatir con los pueblos enemigos (cf. por ej. Jue 4-5), aunque por lo general se llevó a cabo de forma pacífica y gradual. Los cananeos no fueron eliminados totalmente, sino que en su mayoría terminaron por ser absorbidos por el pueblo de Israel (cf. Jos 9).
En el tiempo en que tuvo lugar la conquista y la toma de posesión de la tierra prometida, los grandes imperios de Egipto y Mesopotamia habían entrado en decadencia. Canaán, por su parte, estaba ocupado por distintas poblaciones, en su mayoría de raza semita. La organización política de estos pueblos se caracterizaba por la existencia de una serie de pequeños estados que comprendían, por lo general, una ciudad y las regiones vecinas. Estos pequeños estados habían sido hasta entonces vasallos de Egipto. Su economía se basa principalmente en la agricultura. Su religión se distinguía por los ritos en honor de los dioses de la fertilidad, y entre sus divinidades superiores estaban El, Baal, Asera y Astarté.
La etapa posterior a la muerte de Josué, llamada habitualmente “periodo de los jueces” puede fecharse con bastante precisión entre el 1200 y el 1050 a.C. En esta época, los grupos israelitas no tenían un gobierno central, sino que estaban distribuidos en tribus relativamente independientes. Con esta precaria organización político-administrativa tuvieron que hacer frente a frecuentes conflictos tanto internos como externos. En esas circunstancias surgieron los “caudillos”, designados tradicionalmente con el nombre de “jueces”. En más de una ocasión, estos tuvieron que guiar al pueblo en sus batallas contra los pueblos vecinos. El cántico de Débora, por ejemplo, celebra el triunfo de una coalición de grupos israelitas contra los cananeos (Jue 5).
Por esta misma época entraron en acción los filisteos, que procedían de Creta y de las islas griegas (de allí el nombre de “pueblos de mar”). En un primer intento trataron de penetrar en Egipto, pero cuando fueron rechazados se establecieron, hacía el 1175 a.C., en la costa sur de Palestina. Allí formaron la famosa “Pentápolis filistea”. Por su poderío militar y su monopolio del hierro(1 Sm 13,19-22)., la presencia de este pueblo en la llanura costera se convirtió en una grave amenaza para Israel.

La monarquía: Saúl, David, Salomón

La precaria organización política de los israelitas no podía responder a los desafíos de aquel momento histórico. Esto los obligó a organizarse como nación con un gobierno unificado y estable. Surgió entonces la monarquía, que al principio encontró no poca resistencia (cf. 1 Sm 8), pero que con el paso del tiempo logró consolidarse.
Saúl fue aclamado rey después de una victoria militar (cf. 1 Sm 11). Al comienzo de su reinado alcanzó otras victorias importantes, pero nunca pudo derrotar definitivamente a los filisteos. El final de su reinado estuvo marcado por una serie de episodios trágicos (cf. 1 Sm 18,3-25), hasta que murió con casi todos los hijos en la batalla de Guilboa.
La muerte de Saúl dejó el camino abierto para que David ascendiera al trono. Proclamado rey en Hebrón por los hombres de Judá, comenzó David su reinado sobre las tribus del sur (2 Sm 1,1-4), para ser posteriormente reconocido por las tribus del norte. De ese modo, Israel y Judá quedaron unidos bajo el cetro de un solo monarca. Durante su reinado, Israel conoció un periodo de gran esplendor: incorporó algunas ciudades cananeas  que hasta entonces se habían mantenido independientes, sometió a los pueblos vecinos y conquistó la ciudad de Jerusalén, convirtiéndola en centro político y religioso.
En su lecho de muerte, David designó a Salomón como su sucesor. El reinado se Salomón se caracterizó por su incomparable magnificencia. Las relaciones comerciales le procuraron enormes riquezas, y con ellas pudo realizar grandes construcciones, como el palacio real y el templo de Jerusalén. En toda la historia de Israel, ningún otro rey llegó a tener tanta fama y prestigio como Salomón (cf. 1 Re 5-10).

El reino dividido

El imperio creado por David comenzó a resquebrajarse durante el reinado de Salomón. El uso opresivo de la mano de obra y los pesados tributos destinados a proveer recursos para llevar a cabo las grandes construcciones provocaron el descontento y la rebeldía en distintas partes del reino. Las antiguas rivalidades entre el norte y el sur comenzaron a resurgir, y a esto se sumó la insensata actitud de Ruboán después de la muerte de Salomón (1 Re 12,1-24). Como consecuencia de toda esta situación, la división del reino davídico resultó inevitable: las tribus del norte aclamaron a Jeroboán, el hijo y  heredero de Salomón, quien retuvo como capital Jerusalén.
El reino de Judá subsistió durante más de trescientos años (hasta el 587 a.C.), y el poder estuvo siempre en manos de un descendiente de David. El reino del Norte, en cambio, no gozó de tanta estabilidad. La capital cambió de sede en varias ocasiones, hasta que al final se instaló en Samaría (1 Re 16,24). Los intentos de formar dinastías estables resultaron infructuosos y terminaron casi siempre en forma violenta (cf. Os 6.3-7).
La destrucción del reino de Israel por los asirios ocurrió en forma paulatina. Primero Menajén debió pagar un pesado tributo (2 Re 15,19-20); luego se redujeron las fronteras del reino y el rey pasó a ser vasallo de Asiria (2 Re 15,29-31); finalmente, Samaría fue destruida y parte de la población llevada al exilio. En el territorio conquistado se instaló una clase gobernante extranjera.
El imperio asirio continuó ejerciendo su dominación en Palestina hasta que fue derrotado por los medos y los caldeos. La estrepitosa caía de Asiria (cf. Na 1-3) hizo que Judá, bajo el reinado de Josías, sintiera renacer sus esperanzas de recuperar la independencia política. Pero Josías cayó en la batalla de Seguido, y a partir de esa derrota el reino se precipitó rápidamente a la ruina. Esta culminó cuando Nabucodonosor, al mando del ejército de Babilonia, sitió y conquistó Jerusalén.
Las consecuencias de este desastre (587 a.C.) fueron la pérdida de la independencia, el fin de la dinastía davídica, la destrucción del templo y de la ciudad santa y el destierro a Babilonia de una buena parte de la población (2 Re 25,1-21).
Al perder su autonomía como nación, Judá, según parece, quedó incorporada a la provincia babilónica de Samaría. El País estaba en ruinas, porque a la devastación causada por el ejército invasor se sumó el saqueo llevado a cabo por algunos pueblos vecinos, como Edom (Ab 11) y Amón (Ez 25,1-4). Y aunque la mayoría de la población permaneció en Palestina, un grupo considerable fue llevado al exilio.

El exilio

Los babilonios permitieron a los exiliados formar familias, construir casas, cultivar huertos (Jr 29,5-7) y consultar a sus propios jefes y ancianos (Ez 20,1-44). También les permitieron vivir juntos en un lugar llamado Tel Aviv, a orillas del río Quebar (Ez 3,15). Paulatinamente, se acostumbraron a la nueva situación, aunque las prácticas religiosas fueron el mayor vínculo de unión entre ellos.
Por aquella época comenzaron a aparecer las sinagogas, donde el pueblo oraba, leía la Ley, cantaba los salmos y comentaba los escritos proféticos. Además, un grupo de sacerdotes trabajaba activamente con el fin de recoger y preservar los textos sagrados que constituían el patrimonio espiritual de Israel. Entre ellos hay que mencionar especialmente a Ezequiel, quien en su doble condición de sacerdote y profeta (cf. Ez 1,1-3;2,5) ejerció una influencia singular.
En medio de estas condiciones favorables, muchos exiliados desistieron de volver a Palestina; otros, en cambio conservaron la esperanza y el deseo de retornar a la patria. Entre estos también había quienes no ocultaban su resentimiento contra Babilonia, por los muchos males que les había infligido (Sal 137,8-9; Is 47,1-3). Estos estuvieron seguramente entre los principales animadores del movimiento de retorno.

Retorno y restauración

La esperanza de una pronta liberación se avivó entre los deportados cuando Ciro, rey de Anshán, emprendió su carrera de conquistador y fundador de un nuevo imperio. Apenas ascendió al trono de Persia (559-530 a.C.), sus cualidades de estratega y político le permitieron cubrir rápidamente las siguientes tres etapas decisivas: la fundación del reino medo-persa con su capital en Ecbatana (553 a.C.); la conquista de casi toda el Asia Menor, que culminó con su victoria sobre el rey de Lidia (546 a.C.); y su entrada triunfal en Babilonia, sin encontrar resistencia (539 a.C.). Así quedó constituido el imperio persa, que dominó durante más de dos siglos el panorama político del cercano Oriente.
En sus relaciones con los pueblos sometidos, Ciro puso en práctica una política de tolerancia cultural y religiosa que resultó sumamente beneficiosa para los judíos. Fruto de tal actitud fue el edicto - del que la Biblia conserva dos versiones (Esd 1,2-4;6,3-5) – por el que se permitió a los deportadores regresar a Palestina y reconstruir el templo de Jerusalén con la ayuda económica del imperio (538 a.C.). Además, Ciro autorizó la devolución de los objetos sagrados que Nabucodonosor había llevado a Babilonia.
El retorno a Palestina fue difícil y lento. Un primer grupo llegó a Jerusalén bajo el mando de Sesbasar (Esd 5-11), que actuaba como funcionario de las autoridades persas. Poco después fue reedificado el templo (520-515 a.C.) gracias a la acción conjunta de Zorababel y del sumo sacerdote Josué, quienes recibieron un poderoso respaldo de los profetas Ageo y Zacarías.
Pero con el paso del tiempo, la situación fue deteriorándose gradualmente. Entre los factores que más contribuyeron a ello hay que incluir, además de las graves dificultades económicas, las divisiones dentro de la comunidad israelita y, muy particularmente, la hostilidad de los samaritanos.
Al enterarse de las penurias que padecían sus hermanos en Palestina, Nehemías, un judío que había llegado a ser copero del rey persa Artajerjes I, solicitó ser nombrado gobernador de Judá para acudir en ayuda de su pueblo (445 a.C.). Gracias a la eficaz intervención de este gran reformador, no solo fueron reconstruidas las murallas de Jerusalén, sino que toda la vida de la comunidad judía experimentó una profunda reestructuración (cf. Ne 10).
En este contexto se sitúa también la misión de Esdras, sacerdote y escriba que fue investido con poderes extraordinarios por el monarca persa. Esdras debió ocuparse no solamente del templo y del esplendor del culto, sino también de reunir bajo la Ley de Dios (Esd 7,25) a los que habían vuelto de Babilonia y a los que se habían quedado en el país (Esd 7,12-26). Aún no se ha podido establecer con precisión en que momento se llevó a cabo esta misión. Según algunos historiadores, habría que fijarla a partir del séptimo año de Artajerjes I (Esd 7,7); es decir, en el 458 a.C. Otros, en cambio, sostienen que fue en el 398 a.C. (séptimo año de Artajerjes II) o en el 428 a.C.
Con la reforma religiosa y moral promovida por Esdras, toda la vida del pueblo judío quedó centrada en la Ley (la Torá), a tal punto que Israel se convirtió en “el pueblo del Libro”E. De ahí que la figura de Esdras ocupe, en las tradiciones judías, un lugar comparable al de Moisés.

La época helenística

Las conquistas de Alejandro Magno (356-323 a.C.) acabaron con el dominio persa en el cercano Oriente. Así quedó inaugurada la época helenística, que se extendió hasta el 63 a.C. La fundación de este nuevo imperio contribuyó decisivamente a derribar las barreras entre Oriente y Occidente, pero los sucesores de Alejandro no lograron mantener la unidad política en los inmensos territorios conquistados por él. Como consecuencia de estas divisiones, Palestina fue dominada primero por los ptolomeos o lágidas de Egipto, y luego por los seeléucidas de Siria, dos dinastías fundadas por dos generales de Alejandro.
Durante la época helenística, el gran número de judíos de la dispersión (o diáspora) hizo necesaria la traducción de la Biblia hebrea al griego. Esta traducción respondía a las necesidades religiosas de las comunidades judías de habla griega. Se conoce como versión de los Setenta o Septuaginta (LXX).
En tiempos de Antíoco IV Epífanes, rey de la dinastía seléucida (175-163 a.C.), el intento de helenizar a la comunidad judía de Palestina produjo una gran división en el pueblo. Por un lado, muchos judías adoptaron públicamente costumbres propias de la cultura griega, reñidas con las prácticas tradicionales de su propio pueblo; otros, por el contrario, se mantuvieron fanáticamente adheridos a la Ley. Las tensiones entre ambos grupos alcanzaron su punto culminante en la rebelión de los macabeos.
La rebelión comenzó cuando un anciano sacerdote de nombre Matatías y sus cinco hijos se organizaron para luchar contra el ejército sirio. Después de la muerte de su padre, Judas “el Macabeo” (apodo que probablemente significa “el martillo”) quedó al frente de la resistencia y muy pronto se convirtió en héroe militar. En eel año 164 a.C., el grupo de Judas Macabeo reconquistó el templo de Jerusalén, que había sido profanado, y procedió a su purificación. La fiesta de la Dedicación o Hanukká (cf. Jn 10,22) recuerda esta gesta heroica. Con el triunfo de la rebelión macabea comenzó un periodo transitorio de independencia judía.
Después de la muerte de Simón, el último hijo del sacerdote Matatías, su hijo Juan Hircano I (134-104 a.C.) fundó la dinastía asmonea. Durante ese periodo, Judá amplió sus límites territoriales, pero vivió al mismo tiempo una etapa de disturbios e insurrecciones. Finalmente, en el 63 a.C. el general romano Pompeyo conquistó Jerusalén e hizo de Siria y Palestina una provincia del imperio romano. La vida religiosa judía estuvo entonces dirigida por el sumo sacerdote, pero este, a su vez, estaba sujeto a la autoridad de Roma.
La época del NT coincidió con la ocupación romana de Palestina. Esa situación perduró hasta que comenzó la guerra judía de los años 66-70 d.C., guerra que concluyó dramáticamente con la caída de Jerusalén y la destrucción del segundo templo.



10 El regreso y la reconstrucción de Jerusalén.



http://es.slideshare.net/maherran/jerusaln-sus-ocho-puertas



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